lunes, 12 de septiembre de 2016

Teodoro Darnott: Secularismo El Gran Enemigo De Dios


Resultado de imagen para secularismo versus cristianismo

Secularismo, Humanismo Secular

Información Avanzada

Manera de vivir y pensar que se sigue sin referencia a Dios o a la religión. La raíz latina saeculum se refiere a "generación, edad". "Secular" llegó a significar "pertenecer a esta edad, mundanamente". En términos generales el secularismo implica una afirmación de realidades inmanentes, de este mundo, junto con una negación o exclusión de lo trascendente, o realidades de más allá. Es una visión del mundo y un estilo de vida más orientado a lo profano que a lo sagrado, a lo natural más que a lo sobrenatural. El secularismo es un enfoque no religioso a la vida personal y social.
Facebook
E-mail teocraticosvzla@gmail.com
Twitter
Históricamente la "secularización" se refirió primero al proceso de transferir la propiedad desde la jurisdicción eclesiástica a la del Estado u otra autoridad no eclesiástica; en este sentido institucional la "secularización" todavía significa la reducción de la autoridad religiosa formal (v.gr., en la educación). La secularización institucional ha sido incentivada, por un lado, por la ruptura, desde la Reforma, de una cristiandad unificada; y por el otro, por la creciente racionalización de la sociedad y de la cultura desde la Ilustración hasta la sociedad tecnológica moderna. Hay analistas que prefieren el término "laicización" para describir esta secularización institucional de la sociedad, es decir, el reemplazo del control religioso oficial por una autoridad no eclesiástica.
Un segundo sentido en el que debe entenderse la secularización tiene que ver con un cambio en los modos de pensar y de vivir lejos de Dios y hacia este mundo. El humanismo renacentista, el racionalismo de la Ilustración, el creciente poder e influencia de la ciencia, la ruptura de las estructuras tradicionales (v.gr., la familia, la iglesia, el barrio), la tecnificación de la sociedad y la competencia del nacionalismo, evolucionismo y marxismo, han contribuído a lo que Max Weber llamó "el desencantamiento" del mundo moderno.
Aunque en siglos pasados la secularización institucional y la ideológica han procedido simultáneamente, el lazo entre ambas no es causalmente exacto o necesario. Así, incluso en un ámbito medieval, Constantiniano, formalmente religioso en carácter, los seres humanos podían tener su vida, pensamiento y trabajo enmarcados en consideraciones seculares, mundanas. Del mismo modo, en una sociedad institucionalmente secular (laicizada), es posible que las personas y grupos vivan, piensen y trabajen de maneras motivadas y dirigidas por Dios y por consideraciones religiosas.
La secularización es, pues, un hecho de la historia y constituye una bendición ambivalente; pero como filosofía comprehensiva de la vida expresa un entusiasmo incondicional por el proceso de secularización en todos sus ámbitos. El secularismo está fatalmente limitado por su concepción reduccionista de la realidad, negando y excluyendo a Dios y a lo sobrenatural por una fijación miope en lo inmanente y lo natural. En el debate contemporáneo el secularismo y el humanismo a menudo son vistos en conjunto como humanismo secular, un enfoque de la vida y del pensamiento, del individuo y la sociedad, que glorifica a la criatura y rechaza al Creador. Como tal, el secularismo es un rival del cristianismo.
Los teólogos y filósofos cristianos han lidiado de varias maneras con el significado y el impacto de la secularización. Friedrich Schleiermacher fue el primer teólogo en procurar una reelaboración radical del cristianismo en términos de los motivos humanistas y racionalistas del Renacimiento y de la Ilustración. Si bien sus esfuerzos fueron brillantes y extremadamente influyente en el desarrollo de la teología, sus críticos sostuvieron que más que rescatar el cristianismo, Schleiermacher había traicionado aspectos cruciales de la fe en su redefinición de la religión en términos del sentimiento humano de dependencia.
Ninguna discusión contemporánea del cristianismo y del secularismo puede evitar la referencia al provocativo Cartas y Ensayos desde la Prisión escrito por Dietrich Bonhoeffer. Sobre todo porque el trabajo es fragmentario e incompleto, el significado e implicancias de conceptos de Bonhoeffer tales como "mundanidad cristiana", la llegada del hombre y del mundo a la "adultez" y la necesidad de una "interpretación no religiosa de la terminología bíblica" han sido materia de acalorada discusión. Friedrich Gogarten (La Realidad de la Fé, 1959), Paul van Buren (El Significado Secular del Evangelio, 1963), Harvey Cox (La Ciudad Secular, 1965), Ronald Gregor Smith (El Cristianismo Secular, 1966), y los teólogos de la "muerte de Dios", son ejemplos de aquellos que han seguido un curso de acción posible al reexponer el cristianismo en términos de un mundo secular.
Kenneth Hamilton (Vida a ritmo personal, 1968) niega que ésa sea la mejor manera de interpretar a Bonhoeffer y argumenta que el teólogo alemán nunca se desvió de su postura ortodoxa básica. Mientras que durante los años 50 y 60 el debate teológico tendió a centrarse en adaptar la teología cristiana a la secularización, los años 70 y 80 presenciaron una nueva y vigorosa resistencia al secularismo en muchos aspectos. Jacques Ellul (Los Nuevos Demonios, 1975) se contó entre aquellos que sostenían que el secularismo era en sí mismo una forma de religión, antagónico tanto al cristianismo como a un verdadero humanismo cristiano. Francis A. Schaeffer (¿Cómo Debemos Vivir, Entonces? 1976) y otros fundamentalistas y evangélicos conservadores atacaron el humanismo secular como el gran enemigo contemporáneo de la fe cristiana.
Desde la perspectiva de la teología cristiana bíblica, el secularismo ha "cambiado la verdad de Dios por una mentira, y adorado y servido a la criatura más que al Creador " (Rom. 1:25). Al haber excluído al Dios trascendente como lo absoluto y objeto de adoración, el secularista inexorablemente convierte en tales al mundo del hombre y de la naturaleza. En términos bíblicos, el Dios supranatural ha creado el mundo y sostiene su existencia; este mundo (el saeculum) vale porque Dios lo ha creado, sigue preservándolo y ha actuado para redimirlo. Puesto que Dios es señor de la historia y del universo, no es identificable ni con aquélla ni con éste (panteísmo). El hombre existe en libertad y responsabilidad ante Dios y para el mundo; el servicio y la asociación definen la relación del hombre con Dios y con el mundo.
El carácter sacro, teocrático, del Israel antiguo se modificó con la venida de Cristo. Con la obra de Cristo, la ciudad y la nación se secularizan (desacralizan), y lo que se sacraliza ahora es la iglesia en tanto templo del Espíritu Santo. La relación de la iglesia con la sociedad a su alrededor no se define en términos de una misión para resacralizar a ésa imponiéndole un gobierno eclesiástico, sino que es una relación de cariñoso servicio y testimonio, de proclamación y sanación. En este sentido, entonces, la secularización de la sociedad es una vocación cristiana, es decir, la sociedad no debe ser divinizada o absolutizada, sino que vista como algo histórico y relativo. Sólo Dios es finalmente sagrado y absoluto. El restablecimiento de la sacralidad de Dios implicará, sin embargo, la valoración apropiada, relativa, de este mundo.
Por supuesto, en ningún sentido la distinción entre lo sagrado y lo secular es una brecha infranqueable. Así como Dios habla y actúa en el saeculum, los cristianos deben hablar y actuar creativa y redentoramente. Esto significa que el mundo secular no debe abandonarse al secularismo; la vida cristiana en el mundo secular ha de llevarse siempre bajo la soberanía de Jesucristo y obedeciendo la voluntad de Dios más que la del mundo. Y en situaciones como la de los Estados Unidos, donde se convoca a la población a participar en las políticas públicas, la educación, servicios sociales y demás, los cristianos pueden trabajar para que la palabra de Dios sea oída y se le haga lugar entre las muchas otras voces que constituirán el heterogéneo total. Insistir en imponer la palabra de Dios a todos sin excepción es caer nuevamente en un autoritarismo no bíblico; sin embargo, no articular la palabra de Dios en el saeculum es consentir en un secularismo que, al excluír al Creador, sólo conduce a la muerte.